En 2008, la Organización Mundial de la Salud señaló que los últimos sesenta años los cambios ecológicos, climáticos, así como desde el punto de vista del comportamiento humano, habían contribuido a la proliferación de las plagas urbanas.
La presencia de roedores, cucarachas, mosquitos y otros vertebrados y microorganismos en el entorno humano constituye un riesgo significativo para la salud pública. Las plagas favorecen la introducción y la proliferación de patógenos, enfermedades y alérgenos en las poblaciones humanas y animales. Asimismo, estos organismos pueden ser el origen de daños directos e indirectos sobre las estructuras de los edificios y su contenido, pudiendo acarrear pérdidas económicas significativas para las empresas y las propiedades privadas. Además, pueden provocar el deterioro de la calidad de vida, incluido el impacto psicológico.
Para responder a estas preocupaciones, las actividades de control de insectos, roedores, otros vertebrados y cualquier desinfección de microorganismos se han desarrollado como servicios y se denominan de manera colectiva "servicios de gestión de plagas".
Para conseguir este objetivo, el proveedor de servicios profesionales actuará conforme a los principios establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) relativos a la Gestión Integrada de Plagas (GIP), que puede incluir una combinación de modificación del hábitat, control biológico, control físico y control químico.